Milán se rebela ante el déspota

Locatelli, feliz por su tanto.
Algo se rompió hace diez años cuando se destapó el Calciopoli. La Serie A perdería prestigio, poderío deportivo y económico para no volver a recuperarse del varapalo hasta el momento. Desde aquel momento han ganado un par de Champions por ninguna Europa League. No mucho antes atemorizaban al Viejo Continente con el brillo de sus estrellas, sus defensas impenetrables, la intimidación de la Vecchia Signora en el vetusto Delle Alpi, el miedo que infligía San Siro, el temblor que provocaban no ya lombardos, piamonteses o laziales, sino también un Parma o Sampdoria de la vida. Ahora solo queda la Juventus.

Los bianconeri son los vigentes campeones. Como el año anterior. Y como el otro. Y así desde que el 2012 recuperasen el cetro tras seis años en Milán, con un descenso de categoría de por medio, pero también con una catarsis que les ha llevado a convertirse en un modelo de gestión ejemplar e intachable, el molde sobre el que edificar el fútbol italiano del Siglo XXI, algo en lo que sus rivales siguen a la cola. Esto, cuya parte deportiva está claramente estructurada en un plan muy conciso y estudiado, les lleva a ganar sí o sí, por inercia, por calidad o por incompetencia del resto.

Todo esto viene a colación porque hace unas horas han vuelto a visitar San Siro, como el mes pasado. Aquella vez cayeron ante el Inter con el verano tocando a su fin. En esta ocasión, ante un Milan que estos años negros atraviesa una crisis aún peor que la de su rival ciudadano (que ya es decir), comandado por Vincenzo Montella, que está llevando muy dignamente a una plantilla hecha de remiendos a situarse a tan solo dos puntos del liderato del campeonato.

Sí, el Milan cuyo once probablemente no tendría ni a uno solo de sus integrantes entre los suplentes de esa misma institución hace una década (el equipo de los Seedorf, Pirlo, Kaká, Maldini, etcétera), batió al gran ogro nacional, a esa nave que parece inalterable, gracias al buen trabajo colectivo coronado por el aplomo de un sensacional Donnarumma bajo palos y por el descaro de Locatelli, héroe con su golazo de una victoria que no lograban los rossoneri ante los de Allegri desde hace años. Dos niños que hoy son la esperanza de un futuro mejor, algo que anhelan ambas vertientes en una ciudad que necesita volver a sentirse futbolísticamente importante, y que desea el Calcio con todas sus fuerzas para que el esplendor del pasado vuelva de su mano.


Por cierto, ese par de Champions que han alzado los clubes italianos desde 2006, aquellas que mencionaba al principio de este artículo, las lograron los dos alicaídos gigantes milaneses. Cualquier otro tiempo fue mejor para ellos, si bien su orgullo no se cuestiona.

1 comentario:

Mariachis Bogota dijo...

bueno el milan siempre se a caracterizado por ser un muy buen equipo