Sufridores

El fútbol es como la vida, hay muchas formas de encararlo, todas ellas lícitas pero cada una muy diferente de la otra. Hay personas que lo toman como un divertimento, otras como una rutina para acompañar a un familiar, para otros es un hobby pasajero. Otros lo afrontamos, porque queramos o no es parte de nosotros. Yo siempre lo he reconocido: estoy enfermo por este deporte. Desearía no que no me gustase, sino que no fuera tan poderoso ese sentimiento que me ha hecho viajar por el mundo para ver partidos, que me hace dormir menos algunas veces entre semana para ver la Copa Libertadores, o no tener planes con mi chica por ver algún que otro encuentro. Quizá lo mío es más común de lo que pienso, pero ¿merece la pena tanto esfuerzo? ¿Hay recompensa al final del camino?

No hay ninguna fiesta como la del fútbol. Cualquiera que haya viajado con la hinchada de su equipo lo sabe. O que haya ganado un derby de máxima rivalidad festejándolo en cancha propia (ajena gusta incluso más). O la increíble sensación de gozar de un ascenso de categoría. O que haya tenido la fortuna de saborear un título, un premio muy exclusivo al alcance de muy pocos clubes (o selecciones) cada año. Por ello merece la pena, además de por los lazos que implica. Es mi excusa semanal para juntarme con los amigos a jugar un rato, por más que estemos agotados tras el trabajo. También mi pretexto para ilusionarme con la goleada del Inter a la Juventus del miércoles o robarle horas al descanso anoche para aguantar un soporífero Boca-Racing. O para no dejar a la deriva el Café, lugar de reunión de amigos durante casi una década.

Pero el camino es áspero, largo, muy truculento a veces. Normalmente, además, no suele disfrutarse. El proceso para alcanzar una meta grande, esa que quedará para siempre en nuestra memoria, de la cual no olvidaremos ningún detalle, implica un desarrollo que puede ir desde los meses en el mejor de los casos hasta años para que culmine un proyecto. O puede entrar el factor sorpresa, como cuando el Montpellier ganó inesperadamente la Ligue 1 en 2012, España la Eurocopa 2008 tras décadas de fracasos o el Wigan Athletic alzo la FA Cup ante el Manchester City para estupefacción de todos.

En lo que un equipo va superando etapas, se conjunta como es debido, el proyecto toma forma real sobre el césped, ha podido pasar mucho tiempo desde el último éxito, si es que alguna vez el hincha de esa entidad lo disfrutó. Porque, ¿qué aficionados disfrutan realmente sabedores que probablemente su equipo gane uno o varios títulos al final del curso? Tomemos como referencia los continentes europeo y latinoamericano, donde el fútbol ha tenido siempre mayor arraigo. La inestabilidad de los proyectos en Sudamérica ante la constante fuga de estrellas al Viejo Continente (ahora también a Oriente Medio y Asia) supone que haya clubes inmensos que pasen años e incluso décadas sin festejar nada, por más grande que sea su masa social y más brillante su pasado. ¿Y en Europa? ¿Hay alguien más allá de Barcelona, Bayern Múnich, PSG y Juventus que tenga asegurado el éxito prácticamente cada temporada?

La magnífica labor de esas instituciones en cada uno de sus países y contextos les ha llevado a una posición dominante que difícilmente puede ser contestada si sus rivales no comienzan a hacer las cosas mucho mejor, como en los casos de Real Madrid, Inter y Milan, siendo más difíciles los casos de franceses y alemanes. Pero ahí lo tenemos: cuatro se reparten el pastel mayoritario, mientras para el resto quedan los sinsabores, el que no te respeten los árbitros, te fichen los jugadores a mitad de campaña sin poder reaccionar o se lesione la figura para la que no hay suplente. Ello si no se está peleando para no descender. 

En efecto la fiesta es global, sus monarcas unos pocos, pero todos somos sufridores ansiando una satisfacción inigualable. Los grandes dominadores actuales también han pasado por penurias, algunos no hace tanto: hace once años el Barça volvía a ganar un título tras un lustro negro que rompieron los Deco, Eto'o, Puyol, Ronaldinho, Giuly y compañía. El Bayern no hace tanto que encajaba 5 tantos en la final de la DFB Pokal ante un BVB que le tenía domado y le ganaba las Bundesligas. La Juventus ha purgado en Serie B sus pecados mientras el Inter se recuperaba e incluso ganaba la Champions. Tampoco ha sido sencillo para los aficionados del PSG, oscurecidos durante décadas por los triunfos de OM, St.Étienne, Mónaco u OL, pero que hoy día pueden gozar con un plantel espectacular. 

Aunque parezca mentira, esos hinchas también lo han pasado mal. A su manera, es cierto, pero no debe ser agradable que se burle de ti todo un país (o un continente), si bien para un club más humilde la trifulca no pasará del vecindario o su región como mucho. Porque todos, al menos una vez en la vida para desquitarnos, para saber que ha merecido la pena esta pasión, merecemos ganar algo, y si es con la familia (hinchada) de tu equipo, aún mejor. 


Eso sí, que no haya que esperar tanto.

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