EURO 2008: Una experiencia inolvidable

¡Que locura es la Eurocopa! Lo que he podido vivir los pasados días 17 y 18 no tiene precio: mucha juerga y diversión, buen rollo sin límites, cervezas, cánticos, juegos, preciosas chicas, preciosos parajes… y el impagable agradecimiento a nuestro amigo Estoja, que con sus amigos ayudó a que nuestra estancia fuese inmejorable.

Como bien os comenté el otro día, la aventura que comenzó hace un mes tuvo su desarrollo estos días en Salzburgo y Viena, llegando a ésta última tras una agotadora jornada de vuelo (con trasbordo en Zurich incluido) en la que coincidimos con los primeros aficionados españoles (venían de Melilla) que asistirían al encuentro contra Grecia. A la llegada al aeropuerto de Viena, los primeros carteles nos anunciaban inequívocamente nuestra entrada de lleno en la Euro. Allí nos recogió Estoja, que nos identificó rápidamente al ver la bufanda del Málaga que llevaba atada a la cabeza.

Tras dejar los enseres en su casa salimos directo al centro neurálgico de reunión para las hinchadas en la capital austriaca: la Fan Zone. El enorme recinto preparado por la UEFA ocupaba varias de las calles más importantes de la ciudad, pues se ubicaba frente al Ayuntamiento y algunos ministerios. Grandes pantallas por todos lados permitían ver los partidos que se jugaban en el momento, entremezclando aficionados no solo de los equipos que actuaban en el momento (Francia vs Italia + Holanda vs Rumania), sino también algunos tan variopintos y ajenos al evento como hinchas de Escocia, Inglaterra o incluso un par de simpáticas brasileñas, la mayoría residentes allí, como el simpático escocés de las Highlands con el que vimos la primera parte de los partidos.

Luego el hambre y la lluvia nos llevaron a uno de los muchos de establecimientos de origen turco que rodeaban al recinto, al mismo donde Estoja se quejó porque no le ponían tomate en su kebab. Como decía, la lluvia lejos de ceder comenzó a apretar, por lo que tomamos el metro de vuelta cuando ambos choques iban 1-0 para Italia y Holanda. A nuestra llegada al hogar, el 2-0 que campeaba en los marcadores nos obligaba a jugar inexorablemente contra Italia. Con incertidumbre por el conocido duelo fraticida contra los transalpinos nos fuimos a acostar no sin antes charlar un buen rato sobre fútbol y ojear algunas páginas de Internet para ver que pensaban nuestros compatriotas en la distancia sobre el futuro de la selección en los cuartos.

Amanece, 8 de la mañana y todos en pie, que hay que arreglarse un poco antes de tomar el tren para Salzburgo. Jose Luis (así se llama nuestro Estoja) me espabila con la paliza que los Boston Celtics han propinado pocas horas antes a mis Lakers. Llegamos pronto a la estación central, donde aprovechamos para desayunar mientras llegan los colegas de nuestro anfitrión.

Tomamos el tren para Salzburgo con las primeras coñas, pues coincidíamos hinchas del Málaga (yo y mi amigo y acompañante en esta aventura, Alex) con otros de la Real Sociedad (Juan) o del Cádiz (Kike), tipos geniales con los que hablamos sobre el final de la Segunda División, con resultados dispares según cada cual. Estoja no paró en todo el día con las bromas sobre nuestro Málaga (“¿pero de verdad ha subido?” o su favorita “si la gente te pregunta por el Depor al ver los colores de tu bufanda es porque somos un grande, no como el Málaga, que por cierto, ¿al final ha subido?”). Nos llevamos una sorpresa al conocer a David, uno de los hermanos de Matallanas (periodista de Marca y la COPE), un gran tipo que venía desde Glasgow para pasar la jornada con nosotros y su hermano, al que vería luego. No eran los únicos amigos de Jose Luis, pero si con los que más tiempo estuvimos (no me olvido del canijo Carlos) pues alguno que otro se desmarcó al llegar a nuestro destino.

Ya en el centro de Salzburgo llegó lo mejor. Mareas de aficionados tanto griegos como españoles por todos lados que iban a parar casi siempre al mismo lugar, la plaza central de la ciudad (al lado de la Fan Zone), donde todos cantábamos, bebíamos cerveza a destajo, jugábamos con algunos balones sueltos que provocaron no pocas anécdotas curiosas, pintábamos con nuestros colores a las guapísimas chicas austriacas y se entremezclaban las aficiones que durante el partido de la noche serían rivales, con un sano pique por ver quién cantaba más fuerte su “Hellas” o su “España”. Además, no faltaron los “que viva España” o el recuerdo para los italianos con los “italiano el que no bote es, es” o “el día 22, Italia dice adiós” (ojala, agrego yo).

La Fan Zone de Salzburgo no me gustó tanto como la de Viena, aparte de que estaba más desangelada por ser de día y no haber encuentros en juego. Los puestos oficiales de la UEFA para vender sus productos estaban bien, aunque algo escasos y excesivamente caros. Luego acabaría enterándome de que tenían una macrotienda en Viena, que me hubiera gustado visitar.
Ah, no me perdonaría a mi mismo olvidarme de saludar a los muchísimos compatriotas nacionales con los que disfruté tantas horas en Salzburgo, entre los que habían aficionados de Sporting de Gijón, Zaragoza, Alavés, Málaga, Cádiz, Recreativo, Sevilla, Betis, Córdoba, Jaén, Almería, Xerez (me extrañó no ver a ningún granadino/a, aunque seguro que lo había), At.Madrid, R.Madrid, Valencia, Barça, Hércules, Albacete, Deportivo, Tenerife, Racing Santander, Cáceres, Getafe, Mallorca, Las Palmas, Español, Ath.Bilbao y alguno más que seguramente mi cabeza no recuerde ahora pero mi corazón no olvidará jamás. Leches, y ese Torero y ese par de quintetos de la selección ochentera, marcando paquete y con dorsales tan míticos como Santillana, Rincón, Maceda o Señor.

En fin, tras el momento sentimental, con mucha cerveza corriendo por nuestras venas nos dirigimos para el estadio un par de horas antes. Tomamos el bus, en el que no cabía un alfiler y el calor era asfixiante, lo que no nos impedía seguir cantando y botando. Tras 20 minutos sudando, riendo y cantando (“el puto estadio, ¿dónde coño está?”) más apretados que sardinas en lata, llegamos a la parada final, desde la que tuvimos que caminar otros 20 minutos para el estadio, entre decenas de reventas a cada lado deseosos de hacer negocio aún a falta de pocos minutos para el comienzo del choque. Una vez avistado el estadio, intentamos sin éxito acceder lo antes posible a él. Sí, sin éxito porque había montada una parafernalia que te hacía dar prácticamente la vuelta a la cancha antes de alcanzar una plaza que tenías pocos metros delante tuya, pero que la (des)organización te obligaba a alejarte de ella para una vez pasados algunos controles de más y haberte hartado de caminar, llegases a ella. Es quizá el único punto negativo, porque no entiendo como para un estadio para unas 30.000 personas hay que montar tanto lío. En algunos de los estadios en los que he estado como La Rosaleda (Málaga) son más o menos los mismos espectadores y no hay tanto lío, y ya no digamos en San Siro, que con más del doble de capacidad tiene un sistema de seguridad menos molesto y muchísimo más efectivo.

Varios cacheos después accedimos al recinto y nos separamos de Estoja y sus colegas para ir a nuestra plaza, una esquinita bastante cercana al corner en el que Güiza celebró su gol. Allí nos sacamos algunas fotos previas al partido mientras los jugadores calentaban a escasos metros nuestros. La pena es que estábamos en un espacio reservado para los invitados de los patrocinadores (como nosotros), por lo que españoles de verdad solo estábamos unos pocos, siendo el resto de pega. Al menos nos encontrábamos justo al lado del fondo donde se situaba la marea roja, que se pasó todo el partido cantando y animando al máximo…

Todo ello me inspiró la siguiente reflexión: ¡que grande es el fútbol! Tras todo lo vivido ese día con el colofón del partido, solo un deporte como este es capaz de unir a personas de las distintas regiones de un país, de un continente, con distintas culturas, idiomas o ideales solo con la excusa del disfrute común que nos proporciona este deporte, que cuando sigue las vertientes del hermanamiento y la confraternización alcanza lo mejor de sus valores, que sin duda en esencia son esos, un deporte de caballeros que con el tiempo se fue deteriorando pero pese a ello mantiene de forma inalterable una ética que de vez en cuando vuelve a florecer mostrando lo mejor que llevamos todos dentro.

Prosiguiendo con el choque, mucha gente dice que fue aburrido pero a mi me gustó. Además, el detalle de ver a los suplentes no fue una decepción sino un mayor aliciente. Aposté a que veríamos el primer gol de Güiza con la selección (como así fue), disfruté con su empeño durante todo el envite así como con el buen hacer de Juanito (al que generalmente critico mucho pero que esta vez me convenció) o el empuje en la media de la excelente pareja que formaron De la Red – Xabi Alonso (el primero anotó, el segundo lo mereció). Al final nos fuimos a la zona de banquillos a gritarles a los jugadores que hiciesen lo imposible por derrotar a Italia. También intentamos que nos dieran algún recuerdo, pero los premios eran todos para la familia. Al menos nos hicimos alguna fotillo con Villa y Palop, que ya es algo.

Tras esto tocaba despertar del sueño. Era tarde, teníamos que correr a por el bus para ir a la estación de tren que nos llevase de nuevo a Viena, donde tomaríamos el vuelo de regreso (con trasbordo en Zurich). Desde que tomamos ese tren en Salzburgo hasta que pisamos de nuevo Málaga pasaron 12 horas, de las cuales Alex y yo solo pudimos dormir 3. Lo terrible es que menos de dos horas después de regresar a casa tuve que entrar al trabajo, donde casi me muero de sueño… un sueño que sin duda mereció la pena.

Quiero aprovechar estas últimas líneas para agradecer de corazón a Jose Luis y sus amigos el trato dispensado, así como a Francisco por su esfuerzo para que pudiésemos acudir a la Euro y a Castrol por proporcionarnos las entradas.

7 comentarios:

Garrincha dijo...

PERDÓN A TODOS por como quedó el post. A veces suceden estas cosas en la edición y con lo inútil que soy no lo puedo evitar :s

Un saludo a todos/as, a ver si puedo aportar más en los próximos días, que últimamente no paro.

Martín dijo...

Pobre Estoja...lo que debió de Sufrir.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Estoja dijo...

El comentario suprimido era mío, pero lo escribí por equivocación con el alias de alguien que estuvo conectado antes aquí.
Pues yo lo pasé muy bien con vosotros. Fue un gran día. Dentro de nada me iré al centro de Viena a ver la F1 y después a reunirme con los demás españoles para ir al estadio.
Saludos y ...... fantástico post. Has hecho un gran resumen.

Estoja dijo...

Por cierto. ¿Quien es ese que aparece en tantas fotos con una bufanda del Depor?
;p

Anónimo dijo...

Enhorabuena por tu viaje, Garrincha. Vaya envidia!

Cuando tuve el inmenso privilegio de asistir al Mundial de Francia 98 sí que es verdad que una de las cosas que más me llamó la atención fue la gran cantidad de aficionados de apíses que no participaban en el Mundial... era increíble... hay gente a la cual le gusta muchísimo el fútbol y no se pierde una.

Mauricio dijo...

Exelente Domin. Que interesante vivencia, y que envidia.

Donde estan las fotos con Villa y Palop??

Otra cosa, como no te arrestaron por subirte a la vaca??